El amanecer del liderazgo post-COVID

Los directivos deben “abrazar” mental y emocionalmente a los empleados mirándolos a los ojos y escuchándolos con atención y cariño.

 

El tsunami pandémico ha dejado para el recuerdo colectivo el aislamiento, confinamiento y millones de afectados y víctimas en todo el mundo, pero del mismo modo también ha alumbrado, en mitad de la oscuridad, el amanecer del liderazgo post-COVID.

Confinados por la pandemia, millones de empleados se han visto no solo separados y aislados sino también faltos de trato y, sobre todo, cariño humano. Y lo peor ha llegado cuando la mayor parte de ellos han recibido la llamada urgente de regreso a la oficina, como si a la empresa le fuese la vida en ello o, tristemente, como si el dónde (casa) primase más que el qué (trabajo y, por tanto, productividad y resultados) y, sobre todo, el quién (las personas).

El resultado de ese cóctel pandémico y de obligada vuelta a la rutina como si no hubiese ocurrido nada –en realidad, todo ha cambiado ya para siempre-, ha traído como consecuencia la gran resignación, la gran renuncia, adelanto de la guerra global por el talento que se viene como resultado del COVID-19.

Muchos líderes han llamado a filas a los empleados sin haberse parado si quiera un momento a responder a esta pregunta: ¿están mentalmente preparados si no todos, sí muchos profesionales, para ese regreso? El estrés mental que ha dejado la pandemia a todos los niveles no se repara de un día para otro, como si se tratase de un simple resfriado.

Por desgracia para muchos directivos, el encierro al que nos ha obligado el COVID ha hecho que muchos hayan tenido (por fin) tiempo para pensar, y no para pensar en temas menores sino en lo importante: la vida, el futuro y uno mismo.

La reflexión de muchos empleados se podría resumir en la siguiente pregunta: ¿Realmente estoy viviendo la vida que quiero vivir? ¿Quiero mi vida actual o, por el contrario, quiero ser dueño de mi vida y destino? No han tardado muchos en encontrar en la gran renuncia (o huida) la mejor, si no única, respuesta a la cuestión.

Pero la gran renuncia es la consecuencia. La causa apunta directamente al liderazgo. Es la hora de decir adiós al tristemente idolatrado macho alfa y saludar efusivamente al nuevo liderazgo, dominada por la empatía, cercanía, tacto y cariño.

Un liderazgo de personas para personas, en el que, por un lado, el líder, como persona, no tiene reparo en mostrar públicamente su vulnerabilidad (los superhéroes son personajes de cómic) y, de paso, se abre y acoge a todos los empleados, se acerca a ellos, se interesa por ellos y se abre a sus inquietudes, miedos, inseguridades y dudas.

Es el triunfo del liderazgo humano, que tanto tiene ojos para mirar a la cara, como oídos para escuchar y, sobre todo, corazón para sentir. En eso consiste el abrazo del nuevo liderazgo, un abrazo de acogida física, mental y emocional a los empleados, que deben sentir el calor humano que han echado de menos en pleno confinamiento.

Es el momento, en suma, de revivir el liderazgo, que debe enviar un mensaje definitivo de esperanza y futuro.

 

Por Dr. Juan Manuel Roca Rodríguez, Director de la consultora de dirección y escuelas de negocios LeaderactiON, y profesor de CMI Business School.