Finanzas Sostenibles

Finanzas sostenibles

Las empresas y el ámbito financiero en general evolucionan y se desarrollan al mismo ritmo que la sociedad. En particular, el mundo empresarial no es ajeno a la mayor sensibilidad existente en buena parte de la ciudadanía por los asuntos relacionados con la sostenibilidad. O sobre la necesidad de que sus actuaciones se guíen por los más altos estándares éticos. Todo ello ha dado lugar a acuñar diversos términos en los que se mezclan conceptos. Que en el pasado fueron muy diferentes, y en ocasiones antagónicos, como lo son las finanzas verdes o las finanzas sostenibles.

Mediante estos términos, se pretende hacer referencia a un fenómeno que está provocando una importante transformación. En concreto en la manera de afrontar la gestión de las finanzas, las decisiones de inversión o las estrategias empresariales. Incorporando de manera decisiva criterios éticos, sociales, medioambientales y de buen gobierno en su día a día.

Por finanzas sostenibles, de manera general, nos referimos a aquellos procesos de inversión o financiación que además de criterios relacionados con la rentabilidad o la capacidad de repago de las deudas, toman en consideración factores relacionados con el medio ambiente o con el bienestar social.

Tipos de finanzas sostenibles

Pueden identificarse, al menos, tres modalidades de finanzas sostenibles. No obstante, su rápida expansión en los últimos tiempos y la mayor demanda de productos que lleven la etiqueta de sostenibles, hacen que cualquier tipo de clasificación que se pretenda realizar pueda quedar obsoleta en poco tiempo.

  • Inversión Socialmente Responsable (ISR): Se trataría sencillamente de aquellas inversiones que incluyen criterios medioambientales, sociales y de gobernanza a parte de los estrictamente económicos (riesgo, rentabilidad y liquidez). También se incluyen las inversiones de impacto, que tienen como objetivo fundamental crear algún tipo de beneficio directo a la sociedad o al medioambiente. Tratando, en todo caso, de preservar el capital invertido.
  • La banca ética: Consistiría en aquella banca que desarrolla sus actividades teniendo muy presente los criterios de transparencia, buen gobierno y sostenibilidad. De tal manera que sus productos y servicios no están enteramente vinculados a la obtención del máximo beneficio financiero. Así, por ejemplo, la banca ética daría prioridad a la concesión de créditos para proyectos relacionados con el comercio justo, la atención a colectivos en riesgo, la educación, etc. Antes que a actividades relacionadas con el tabaco, la producción de energía mediante procesos altamente contaminantes o a empresas con bajos estándares laborales.
  • Las microfinanzas: Se trataría de la prestación de servicios financieros sencillos para colectivos en situación de pobreza. Para microempresas o clientes de bajos ingreso cuyo nivel de acceso a los sistemas bancarios tradicionales es limitado o inexistente.

Las finanzas sostenibles pueden materializarse a través de diferentes instrumentos de financiación. Tales como los fondos o las sociedades de inversión colectiva, los bonos verdes o los bonos sociales. Las empresas de capital riesgo social o la prestación directa de microcréditos. Como cualquier actividad en la que, en general, se pretenda captar ahorro público, todos estos productos están altamente regulados.

Consideraciones regulatorias de las finanzas sostenibles

Desde los sectores públicos se está tratando de desarrollar un marco regulatorio claro con el que dar soporte al creciente interés por las finanzas sostenibles. En particular, en la Unión Europea se han desarrollado diversas iniciativas en este sentido. Así por ejemplo, en el contexto del plan de acción europeo sobre finanzas sostenibles, se están desarrollando tres normas clave. Con las que se pretende fomentar la inversión de capital privado en proyectos sostenibles. Estas leyes se refieren a:

  • La mejora de la difusión de información no financiera sobre sostenibilidad. Mediante el establecimiento de normas armonizadas sobre la transparencia que deberán aplicar. Tanto los participantes en los mercados financieros como los asesores financieros en relación con la integración de los riesgos de sostenibilidad. Dichos agentes de los mercados financieros deberán también analizar las incidencias adversas en materia de sostenibilidad en sus procesos. Además, deberán difundir información relevante en materia de sostenibilidad respecto de productos financieros que comercialicen.
  • El desarrollo de benchmarks relacionados con el cambio climático y con la reducción de emisiones de CO2. Con la que se trata de establecer unos estándares mínimos para que un índice pueda considerarse “verde”. Y mejorar así el grado de información sobre factores medioambientales, sociales o de buen gobierno que se da sobre esos índices de referencia. Todo ello, puede contribuir a que los gestores e inversores en general, puedan seguir estrategias de inversión. Basadas en un índice con un enfoque sostenible, en la confianza de que dicha inversión realmente se ajusta a esos criterios.
  • El desarrollo de una taxonomía armonizada. Con la que identificar si una determinada actividad económica puede recibir el calificativo de “verde” o sostenible. La taxonomía de la UE proporcionará un marco general con el que identificar si las actividades que se desarrollan contribuyen a conseguir un impacto medioambiental neutro.

Objetivos considerados por la UE

Para obtener esta etiqueta, una inversión debe contribuir al menos a uno de estos seis objetivos:

  1. La mitigación del cambio climático. Para lo cual debe demostrar coherencia con los objetivos de reducción de emisiones de carbono acordados en la Unión a medio y a largo plazo.
  2. La adaptación al cambio climático. Mediante la que se trataría de compensar el esfuerzo de transformar actividades o procesos relativamente contaminantes en otros con un resultado similar. Pero que causen un menor daño al medio ambiente.
  3. Uso sostenible del agua y de los recursos marinos.
  4. Fomento de la economía circular. En la que se trata de reutilizar y expandir el ciclo de vida de los productos ya existentes, reduciendo el nivel de residuos producidos.
  5. La prevención de la contaminación.
  6. El desarrollo de ecosistemas saludables.

 

Miguel Ángel Herrero Alvite – Profesor de CMI

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